miércoles, 25 de marzo de 2009

Identidad de género y sexualidad: dos teorías sobre el aprendizaje del género




Identidad de género y sexualidad: dos teorías sobre el aprendizaje del género

La teoría freudiana

Quizá la teoría más influyente -y polémica- acerca de la aparición de la identidad de género sea la de Sigmund Freud, para quien el aprendizaje de las diferencias de este tipo en los bebés y en los niños pequeños se centra en si tienen o no pene. "Tengo pene" equivale a "soy un chico", mientras que "soy una chica" equivale a "no tengo pene". Freud aclara en este punto que no son sólo las diferencias anatómicas lo importante, sino que la presencia o ausencia de] pene es símbolo de masculinidad y de feminidad.
La teoría freudíana dice que alrededor de los cuatro o cinco años el chico se siente amenazado por la disciplina y la autonomía que le exige su padre y se imagina que éste desea cortarle el pene. En parte conscientemente, pero sobre todo de forma inconsciente, el niño reconoce en el padre a un rival con el que compite por el afecto de la madre. Al reprimir los sentimientos eróticos hacia su madre y aceptar al padre como un ser superior, el niño se identifica con él y se hace consciente de su identidad masculina. Renuncia al amor por su madre porque siente un miedo inconsciente a ser castrado por el padre. Por el contrario, las niñas supuestamente sufren de "envidia del pene" porque carecen del órgano visible que caracteriza a los niños.

La madre se devalúa a los ojos de la niña porque también ella carece de pene y es incapaz de proporcionarle uno. Cuando la niña se identifica con la madre, acepta la actitud sumisa que supone reconocer que solo se es la "segunda".
Una vez que se termina esta fase, el niño o niña ha aprendido a reprimir sus sentimientos eróticos. Según Freud, el período que va desde los cinco años aproximadamente hasta la pubertad es un período de latencia, ya que las actividades sexuales se suspenden hasta que los cambios biológicos que se producen en la pubertad reactivan los deseos eróticos de un modo directo. El período de latencia, que cubre los primeros años de escuela y los intermedios, es la época en la que los grupos de compañeros del mismo sexo son de gran importancia en la vida del niño o de la niña.
Se han planteado objeciones importantes a las ideas de Freud, especialmente desde el feminismo, pero también por otros muchos autores (Mitchell, 1973; Coward, 1984). En primer lugar, Freud parece establecer un vínculo demasiado directo entre identidad de género y conciencia genital; es seguro que muchos otros factores más sutiles también han de tenerse en cuenta. En segundo lugar, la teoría parece apoyarse en la idea de que el pene es superior a la vagina, que se considera como la mera carencia del órgano masculino. Pero ¿por qué no habría de pensarse que los genitales femeninos son superiores a los del varón? En tercer lugar, para Freud el padre es el principal agente disciplinario, mientras que en muchas culturas la madre representa un papel más importante en este sentido. Finalmente, Freud cree que el aprendizaje del género se concentra alrededor de los cuatro o cinco años. La mayoría de los autores posteriores han destacad la importancia de un aprendizaje anterior que comienza cuando se es un bebé.

La teoría de Chodorow

Aunque muchos autores han utilizado el enfoque freudiano para estudiar el desarrollo del género, con frecuencia lo han modificado en muchos aspectos. La socióloga Nancy Chodorow es un ejemplo (1978, 1988). Esta autora señala que el aprendizaje para sentirse varón o hembra se deriva del apego que siente el niño por sus padres desde una edad muy temprana. Hace más hincapié que Freud en la importancia de la madre, en vez de en la del padre. El niño tiende a sentirse vinculado emocionalmente a la madre, ya que ella suele ser la influencia dominante al principio de su vida. Este apego tiene que romperse en algún momento para lograr un sentido del yo independiente; se exige entonces del niño que dependa menos de su madre.


Chodorow señala que el proceso de ruptura tiene lugar de diferente manera para los chicos que para las chicas. Ellas siguen estando cerca de su madre y pueden, por ejemplo, continuar abrazándola y besándola, e imitarla. Al no producirse una ruptura radical con la madre, la niña, y más tarde la mujer adulta, tiene un sentido del yo más vinculado a los demás. Es más probable que su identidad se mezcle con la de otros o que dependa más de la de ellos: esto ocurre primero con su madre y después con un hombre. Para Chorodow, esta es la razón por la que la sensibilidad y la compasión emocional tienden a producirse en la mujer.


Los chicos definen su yo mediante un rechazo más radical de su apego original a la madre, forjándose su idea de la masculinidad a partir de lo que no es femenino. Tienen que aprender a no ser "afeminados" o niños "enmadrados". El resultado es que a los chicos les falta cierta habilidad para relacionarse íntimamente con los demás y desarrollan formas más analíticas de contemplar el mundo. Su posición ante la vida es más activa, haciendo hincapié en conseguir cosas; sin embargo, han reprimido la capacidad de comprender sus propios sentimientos y los de los demás.


Hasta cierto punto, Chodorow da la vuelta a Freud. La masculinidad, y no la feminidad, se define como una pérdida, que es la ruptura del estrecho vínculo de continuidad con la madre. La identidad masculina se configura a través de la separación; de este modo, los hombres, en su vida posterior y de un modo inconsciente, sienten que su identidad corre peligro si establecen relaciones emocionales estrechas con los demás. Por el contrario, para las mujeres la ausencia de una relación de este tipo con otra persona supone una amenaza para su autoestima. Estas pautas pasan de una generación a otra, debido al papel primordial que ellas tienen cuando comienza la socialización de los niños. Las mujeres se expresan y se definen a sí mismas principalmente en función de las relaciones. Los hombres han reprimido estas necesidades y la postura que adoptan ante el mundo es más manipuladora.


La obra de Chodorow ha recibido distintas críticas. Janet Sayers, por ejemplo, ha indicado que Chodorow no explica la lucha de las mujeres, especialmente la actual, por ser seres autónomos e independientes (Sayers, 1986). Las mujeres (y los hombres), señala Sayers, tienen una estructura psicológica más compleja de lo que la teoría de Chodorow sugiere. La feminidad puede ocultar sentimientos de agresividad o de afirmación, que se revelan sólo de un modo oblicuo o en ciertos contextos (Brennan, 1988). También se ha criticado la concepción de la familia en Chodorow, que se basa en un modelo de clase media blanco. ¿Qué ocurre, por ejemplo, en los hogares monoparentales o en aquellas familias en las que a los niños los cuida más de un adulto?
Estas críticas no socavan completamente las ideas de Chodorow, que siguen siendo importantes. Explican muchas cosas sobre la naturaleza de la feminidad y ayudan a comprender el origen de lo que se ha denominado inexpresividad masculina, es decir, la dificultad que tienen los hombres para manifestar sus sentimientos a los demás.

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